El jueves Santo como sabemos es el día de la Eucaristía y el día del sacerdote. Esto nos invita a alegrarnos de estos dones tan extraordinarios que nos legó Jesús.
Señor Jesús, he venido a visitarte:
Señor Jesús, he elegido este momento para venir a visitarte y estar unos minutos contigo. Estoy aquí para hacerte compañía, a Ti, que de mil maneras me has demostrado y me sigues demostrando día a día, que: eres mi Padre y siempre me estás esperando. Y Tu, al verme venir, como el padre del hijo pródigo, "Corres, te echas sobre mi cuello y me besas" (Lc.15:20) y quieres "Hacer fiesta y regocijarte porque...me había perdido y he regresado"(Lc.15:32). Ahora que estoy contigo y me estás recibiendo con los brazos abiertos, mueve mi corazón para valorar el amor que me tienes, amor que te lleva a olvidar mis fallas, haciéndome sentir que para Ti soy alguien muy especial, a quien amas infinitamente y recibes con gran alegría, a pesar de que con frecuencia encuentro excusas y pretextos para no corresponderte y justificar que no puedo venir a visitarte.
Me alegro de estar aquí hoy, celebrando éste, mi reencuentro contigo. Ayúdame a vivir intensamente este momento, lléname de Ti, purifícame, ilumíname y dirígeme, para que podamos estar juntos Tú y yo; para que podamos platicar íntimamente; para que yo pueda estar más cerca de ti, conocerte más, escucharte más y amarte más....
Actúa en mí, para aprovechar al máximo esta visita, logrando que se refleje en mi vida este acercamiento que estoy teniendo contigo, a través de mis acciones.
Quiero agradecerte todo lo que has hecho y haces por mí, pero principalmente te agradezco que hayas querido quedarte aquí y en todos los sagrarios del mundo, para demostrarme que me amas. Tu amor por mí es tan grande, que hiciste algo inconcebible, tomando forma de pan, para que yo pueda verte como alimento para mi espíritu; para estar siempre a mi alcance, cumpliendo la promesa que nos hiciste: "Yo estaré con ustedes, hasta el fin de los siglos"; para recordarme que siempre me tienes presente y estás disponible para recibirme, escucharme, bendecirme, perdonarme y amarme, a pesar de que con frecuencia me olvido de Ti.
En este momento quiero olvidarme de todo lo que no seas Tú, para dedicarme de lleno a estar contigo. Pongo en tus manos a mis seres queridos, mis actividades, pendientes y preocupaciones, para que Tu te ocupes de ellas, mientras yo me ocupo solamente de Ti, hablando contigo, escuchándote y uniéndome más a Ti.
Enséñame a valorar esta oportunidad que tengo de estar aquí contigo. Muéveme para que pueda aprovechar y disfrutar de tu compañía.
Voy a dejar de leer y a concentrarme en tu compañía, dedicando unos minutos a permanecer en silencio interior, para sentir tu presencia, escucharte y dejar que actúes en mí.
Ayúdame ahora a reafirmar mi fe en Ti. Creo en Ti. "El que cree en mí, tiene vida eterna". (Jn.6:47). Creo en tus palabras: "Yo soy el pan de vida". (Jn.6:48) Creo en el milagro maravilloso que realizaste en la última cena, al tomar el pan diciendo: "Esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes" (Lc,22:19) . Creo que en cada Celebración Eucarística vuelves a obrar ese milagro en manos del sacerdote y te conviertes en "El pan que ha bajado del cielo" (Jn. 6:41), recordándome que "El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, no tendrá sed jamás" (Jn.6:35). Creo en Ti, pero te pido que aumentes y reafirmes mi fe.
Ábreme los ojos como a los discípulos de Emaús, para reconocerte aquí, presente en el pan de la Eucaristía. Concédeme el don de una fe sencilla y humilde, para aceptar tus palabras como las aceptó María el día de la anunciación.
Dame una fe sólida para creer en Ti, aún en los momentos difíciles, como creyó María en el momento de tu crucifixión. Envíame al Espíritu Santo para que revitalice en mí el don de la fe que recibí el día de mi bautismo y fue refrendado en mi confirmación. Ayúdame a desarrollar una fe viva, que no necesite ver para creer, pues tu dijiste "Bienaventurados los que creen sin haber visto" (Jn.20:29). Transforma mi fe en una fe activa, que se refleje en mi actuar diario.
Nuevamente guardaré silencio por unos minutos, para concentrarme en esa presencia tuya, aquí conmigo, para reafirmar mi fe en Ti.
Jesús, presente en este sacramento de amor, te reconozco como mi Dios y Señor diciéndote como Tomás: "Señor mío y Dios mío". Plenamente consciente de tu dignidad, quiero unirme a María tu Santísima Madre, a todos los ángeles y santos y a todas las criaturas, para alabarte, adorarte y rendirte el honor y la gloria que solamente Tu mereces.
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